jueves, 14 de noviembre de 2013

CANCER DE PIEL

Cancer de piel

 

El cáncer de piel es la degeneración de las células normales de la piel en células anormales o cancerosas.
Hay dos tipos de cáncer de piel: melanoma y no melanoma. El cáncer de piel no melanoma se diferencia del melanoma en que se forma a partir de células de la piel distintas a los melanocitos (células encargadas de elaborar el pigmento que da color a la piel, los ojos y el pelo). Ambos pueden ocurrir en cualquier parte de la piel, pero es más frecuente en la piel de la cabeza, cara, cuello, dorso de las manos, brazos y piernas. Esto es debido a que estas partes están más expuestas a los rayos del sol.
La exposición al sol y las quemaduras solares son la causa más frecuente de este tipo de tumores. De hecho, el daño producido por el sol se acumula a lo largo de los años, por lo que cuanta mayor exposición al sol (o a las cabinas de bronceado) se haya tenido a lo largo de la vida, mayor riesgo de cáncer de piel existirá.
La piel está formada por tres capas, que de fuera a dentro son: la epidermis, la dermis y la hipodermis.
Los dos tipos más frecuentes de cáncer de piel no melanoma son:
  • Carcinoma de células basales (también llamado carcinoma basocelular o basalioma): es el más frecuente, y se produce en las células basales de la capa más externa de la piel (epidermis).
  • Carcinoma escamoso o espinocelular: es el segundo en frecuencia y se produce en las capas más altas de la epidermis (donde están las llamadas células escamosas).
Ambos tienen fácil tratamiento porque su crecimiento es lento y su capacidad de inducir metástasis es muy baja, pero si no se tratan pueden convertirse en grandes tumores de difícil control quirúrgico, o extenderse tanto a nivel local, regional (afectando a los ganglios linfáticos), o a distancia.


Síntomas y diagnóstico del cáncer de piel

Los síntomas de un cáncer de piel no melanoma afectan al aspecto que presenta la piel. Este tipo de tumores aparecen como áreas anormales de piel. Pueden ser lesiones rosadas, rojizas (eritematosas) e inflamadas, lesiones descamativas (secas), sangrantes, parecidas a heridas abiertas, que nos pueden hacer sospechar de la existencia de un cáncer de piel.
Algunas personas (especialmente aquellos de piel muy blanca) desarrollan lesiones descamativas, ásperas o rugosas, llamadas queratosis actínica; estas lesiones se encuentran con mayor frecuencia en la piel de la cara, pabellones auriculares (orejas), brazos o cuero cabelludo (especialmente en personas con alopecia), pudiendo malignizarse y convertirse en cánceres de piel. Con frecuencia, estas lesiones se suelen extirpar para reducir el riesgo de que esto pueda ocurrir.

Diagnóstico del cáncer de piel (no melanoma)

Cualquier lesión sospechosa de indicar la presencia de cáncer de piel debe ser examinada por el médico para un diagnóstico o seguimiento de la lesión y, si lo considera indicado, se realizará una biopsia (quitar parte o toda la lesión), para luego examinarla en el microscopio y diagnosticarlo (diagnóstico anatomopatólogico).
Ante la sospecha de diseminación locorregional o a distancia, se deberá completar el estudio con otras pruebas de imagen (ecografía, TAC o RMN -resonancia magnética), analíticas, etcétera.



Tratamiento y prevención del cáncer de piel

Los tratamientos del cáncer de piel varían en función del tipo de piel del paciente, del tamaño de la lesión, la profundidad de penetración, del resultado estético, de su localización, así como de la edad o de otros problemas de salud que presente el paciente.
Las principales opciones de tratamiento del cáncer de piel disponibles son:
  • Cirugía: resecar (quitar) total o parcialmente el tumor. La mayoría de las veces el tratamiento se puede realizar de manera ambulatoria (sin ingreso). Por lo general, se utiliza anestesia local para estos procedimientos quirúrgicos. Hay varios tipos de cirugía que se pueden emplear, en función de la clase de tumor y su localización:
  • Cirugía de Mohs (micrográfica): consiste en que el cirujano, asistido por un microscopio, va quitando cada capa de la piel que está afectada por el tumor. Cada capa que se reseca se examina en el microscopio y, si está infiltrada, se continúa hasta quitar la última capa infiltrada por el tumor. Este procedimiento se limita muy bien a la zona que ocupa el tumor, respetando al máximo el tejido sano, y tiene unas tasas de curación cercanas al 98%. Se utiliza con mayor frecuencia en zonas delicadas: en general en las lesiones de la cara -como lo párpados (o cerca de los ojos), orejas, nariz, labios…-. La cicatriz resultante puede cerrar por segunda intención (dejar que cicatrice solo), con injertos de piel, sutura, etcétera. Se suele realizar con anestesia local.
  • Cirugía convencional (escisión o resección quirúrgica): total o parcial con un margen de seguridad adecuado.
  • Curetaje: utilizando un instrumento llamado cureta, se va raspando el tumor hasta quitarlo en su totalidad. Esta cureta puede ser eléctrica, lo que permite controlar mejor el sangrado, gracias al efecto calor.
  • Radioterapia: consiste en tratar la lesión con aparatos que emiten radiaciones para matar a las células tumorales (aceleradores lineales, bombas de cobalto, etcétera).
  • Crioterapia: al igual que se hace con las verrugas vulgares, se aplica nitrógeno líquido sobre la lesión y se congela el tejido expuesto. Esto produce una costra que se desprende a los pocos días. Es el tratamiento más utilizado, ya que no requiere instalaciones muy aparatosas, es ambulatorio, sin cirugías, sin sangrado, y se puede indicar en casi todas los pacientes (incluso aquellos con problemas de coagulación).
  • Terapias tópicas (cremas): al igual que la radioterapia, mata las células tumorales allí donde se aplica.
Tras el tratamiento es imprescindible llevar a cabo revisiones rutinarias para el diagnóstico precoz de lesiones nuevas, o por si se produce una recidiva de las lesiones tratadas. Estas revisiones las realiza el médico (bien de medicina general o bien el dermatólogo), pero la “auto-revisión” semanal o mensual por parte del propio paciente es imprescindible.

Prevención del cáncer de piel

El cáncer de piel se puede prevenir evitando o disminuyendo la exposición al sol:
  • En las horas centrales del día (cuando el sol incide de manera más perpendicular).
  • Empleando cremas con un factor de protección adecuado, y aplicando el producto las veces que sean necesarias.
  • Usando gorras o sombreros amplios y camisas de manga larga o pantalones largos cuando estemos al aire libre.
  • Evitando el uso de terapias bronceadoras (rayos UVA, etcétera).
Por supuesto, es muy importante seguir todas las instrucciones del médico, tanto en lo que respecta a la prevención, como en el seguimiento y diagnóstico de este tipo de patologías.

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